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T R A S P A S A N D O   L A S   F R O N T E R A S   D E   L O   P O S I B L E

 

En los últimos años, los robots recuperaron su fama y prestigio de antaño de la mano del coleccionable. Nuestro museo presenta una vastísima colección de robots nacionales e importados e información específica sobre el tema. Estas invaluables piezas de colección, tan apreciadas en estos tiempos que corren junto con el resultado de una increíble tarea de reconstrucción histórica-cultural llevada adelante por nuestro equipo de especialistas.

 

Casi todo el mundo puede saber lo que es un robot, pero muy pocos pueden dar una definición clara y totalizadora de los mismos.

 

La palabra robot nace recién en 1922 producto de la invención de un escritor checo, Karel Capek, que llamó de esta manera en su obra teatral R.U.R. a unos seres artificiales creados por un personaje de la misma, quienes debían trabajar incansablemente. La palabra proviene de robota, que en checo significa siervo o esclavo

 

En pocas palabras, los robots son unos dispositivos o máquinas con movilidad propia, que se definen por un sistema combinado y mecánico de cómputos y sensores, los cuales tienen como función recibir información a través de diversos procesos para que los dispositivos en cuestión lleven adelante maniobras preestablecidas, sean estas físicas o técnicas.

 

Actualmente existen diferentes tipos de robots, los androides -que conformaron el imaginario popular sobre los robots, son los que parecen y actúan como seres humanos- los móviles –provistos de ruedas o patas para desplazarse en zonas de difícil acceso, sin ningún tipo de fisonomía o movimiento humanoide- los médicos –principalmente prótesis con sistemas de mando- y los industriales –predeterminados para realizar tareas automáticas en espacios laborales-. Todos ellos comparten determinadas características y se diferencias en otras, ya que son creados con diferentes fines. De todos y cada uno de ellos encontramos una reproducción a escala con la que millones de niños juegan y aprenden, así como miles de adultos las adquieren por razones estéticas, culturales y emocionales.

 

Entrados en el tercer milenio, la catarata de progresos tecnológicos aún no hicieron posible la creación de un robot inteligente, pero sí han logrado enormes avances al respecto y no parece alocada ya la idea de un ser artificial inteligente.

En lo que a juguetes respecta, en las décadas de los ´50 y ´60, hubo, principalmente en los Estados Unidos, una verdadera locura por los robots, llegando a convertirse en el regalo permanente de padres a hijos. Muchos eran aún de lata, aunque el plástico estaba haciendo su aparición en la industria del juguete y rápidamente ocupó su lugar.

Como todo producto, los robots representaron la época en la que fueron creados, la evolución del diseño siguió los adelantos tecnológicos del siglo XX y las precarias formas angulares impulsadas por mecanismos de relojería de los primeros robots de juguete fueron superadas en la década del ´50 por criaturas espaciales de la era atómica, redondeadas y a batería. En los ´60 los robots comenzaron a tener rostro humano y poco a poco dejaron de sorprender a los niños, decayendo su demanda.

Antes de este verdadero boom, en las décadas del ´30 y del ´40, los robots -producidos mayoritariamente en Japón- eran muy cuadrados y a cuerda. Luego, cuando la carrera espacial entre la URSS y los Estados Unidos fomentó la imaginación de todo el mundo, los robots modificaron su estructura, comenzando a hacerse más redondeados y a tener manos en lugar de toscas abrazaderas.

Los robots fueron protagonizando con el tiempo todo tipo de géneros, tanto cómics como películas, series y dibujos animados, llegando a ser parte integral de la vida de los niños. Hoy, nuevamente, ocupan un lugar privilegiado en el gran mundo de los objetos coleccionables y del entretenimiento infantil. Conozca nuestra colección y disfrute de los juguetes que marcaron toda una época.

 

 

Subasta Robofantástica en Sotheby's

 

El 9 de Diciembre de 2000 la famosa casa de remates Sotheby's organizó en Manhattan, New York, una de las subastas más importantes en la historia del coleccionismo de robots. Se trataba nada más y nada menos que de la venta de la colección del famoso F.H. "Griff" Griffith de excepcionales piezas de lata y cast iron del siglo XIX e increíbles juguetes espaciales del siglo XX.

La colección Griffith es una de las más importantes del mundo en términos de calidad y cantidad de las piezas de robots y juguetes antiguos. La subasta de la misma se estimó en alrededor de 1 millón de dólares.

Eric Alberta, vicepresidente y especialista que estaba a cargo de la importante subasta declaró a la prensa que "Sotheby's se enorgullece de presentar la Colección Griffith de importantes robots y juguetes antiguos".

El magnate que insistía en que se lo llamara  Griff, fue una figura legendaria en el mundo de los juguetes coleccionables que comenzó a coleccionar estas piezas a lo largo de su infancia; su pasión por el coleccionismo lo acompañó por más de setenta años a lo largo de los cuales fue construyendo una impresionante colección privada de raros robots y juguetes cast-iron en una excepcional condición de conservación.

Entre las piezas más destacadas que conformaron el lote de juguetes espaciales encontramos el espectacular Diamond Planet Robot en su embalaje original, que al momento de iniciarse la subasta estaba valuado estimativamente en u$s 30/40.000, esta maravillosa pieza azul y rojo brillante es uno de los robots a cuerda más grandes e importantes de los que se tiene información.

Además la colección del Sr. Griffith contaba con la presencia estelar de todos los miembros del Gang of Five. Lideraba el quinteto el maravilloso Machine Man robot con un acabado estético perfecto en rojo brillante, ojos, orejas y boca con destellos verdes, que presenta un sistema de movimiento bump-and-go, así como movilidad de sus extremidades superiores con paneles de control decorativos en brillantes colores. El valor estimado de esta increíble pieza de colección rondaba los u$s 40/60.000.

 

Por supuesto que estos son tan solo un par de ejemplos de los 399 lotes que se subastaron en esa oportunidad. Todos ellos compuestos por finísimas piezas de colección en un estado de conservación impactante, que batieron varios records de la importante casa de subastas. Valuada en un total de

1,41 millones de dólares este evento convocó multitudes de todo el mundo en la sede neoyorquina de Sotheby's que además estaba conectada vía Internet y diez líneas de teléfono con distintos puntos del globo.

 

Un gran paso en la historia del coleccionismo de robots fue dado esa tarde de diciembre y nada será igual después de ella. Si se me permite parafrasear a un gran artista, se sintió como una "escalera al paraíso".

 

 

 

 

CUANDO EL HOMBRE QUIERE SER DIOS

 

Breve historia de los Robots

 

 

Para comenzar a escribir una historia sobre los robots se debe empezar por definir con exactitud a qué nos referimos con dicho concepto, ya que si bien la palabra robot nace recién en 1922 producto de la invención de un escritor checo, Karel Capek, los mismos conviven con el ser humano casi desde el propio comienzo de la humanidad.

En pocas palabras, los robots son objetos que en su interior tiene sensores o artefactos cuya función es recibir información o acciones para que el elemento en cuestión lleve adelante una maniobra estipulada. Esa definición, si bien carece por completo de profundización, es una generalización que pretende abarcar a la totalidad de los distintos tipos de robots creados a lo largo del tiempo.

Tomando como base esta definición, podemos decir que los robots existen desde mucho antes de que se haya inventado tal vocablo, ya que el hombre ha intentado desde sus primeros días, y muchas veces con éxito, crear seres artificiales, ya sea para realizar tareas dificultosas, para maximizar una producción, o, simplemente, para entretenerse.

Haciendo un breve racconto sobre diversas culturas milenarias, vemos como muchísimos mitos de las mismas toman esta preocupación de crear un objeto inteligente, desde el Golem israelita hasta el Popol-Vuh de los mayas, pasando incluso, por la cuna de la civilización occidental, la cultura griega, que ha intentado construir piezas artificiales con una capacidad de movimiento sin fin para que no necesiten de la ayuda o supervisión humana.

Esta inquietud continúa siendo hoy el sueño y la obsesión de miles de científicos en todo el universo.

El primer autómata del que se tenga noción fue una estatua de Memom, rey de Etiopía, que tenía la capacidad de emitir sonidos cuando era iluminada por el sol. Esta creación estuvo a cargo de Amenhotep en el año 1.500 A.C.. Esta fecha establece una notoria prueba material sobre la preocupación existente en las antiguas culturas para producir seres artificiales que realicen acciones por su cuenta.

Mil años tuvieron que pasar para que el chino King- su Tse construyera una urraca voladora con madera y bambú, que en aquel imperio provocó la admiración de todos. A partir de esta época la cantidad de creaciones de este tipo fueron innumerables, en el 220 A.C. Filón de Bizancio inventó al primer autómata acuático y en el 206 A. C. fue encontrado junto al tesoro de Chin Shih Hueng toda una orquesta mecánica de muñecos. En el año 62 A.C.

Hero de Alejandría produjo un registro de aplicaciones científicas que podían ser demostradas a través de autómatas, y creó un teatro automático donde los personajes artificiales, montados en cajas, cambiaban de lugar por sí solos ante la atónita mirada de los espectadores.

En el 770 de nuestra era se crea el primer mono que habla. Al grito de ¡Limosna, Limosna! Este animal mecánico extendía sus brazos suplicantes, la invención fue llevada adelante por Yang Wu-Lien.

Muchos años e intentos fallidos pasaron hasta que a mediados del 1200 Alberto Magno creó el primer sirviente mecánico. Casi al mismo tiempo, Roger Bacon construía una cabeza parlante luego de más de 7 años de infructuosas tentativas.

Pero si de inventos se trata, no puede faltar Leonardo Da Vinci, quien, en homenaje a Luis XII, ideó en el 1500 un león automático que fue instalado en la entrada de Milán. 150 años después, el gran filósofo René Descartes demostró que su inteligencia podía traspasar las fronteras de las Ciencias Sociales e inventó un autómata, a quien solía llamar “mi hijo Francine”. En esos tiempos también en Japón existía el afán de producir esta clase de máquinas, llegándose a crear el primer teatro de autómatas, instalado en la ciudad de Osaka.

Durante el siglo XVII y, principalmente, el XVIII, los franceses Jacques Vaucanson, Pierre Henri-Louis y Jacquet-Droz, crearon distintos autómatas humanoides a través de mecanismos de relojería. Tales invenciones, entre las que se destacaban las muñecas producidas por Vaucanson que ejecutaban piezas musicales, produjeron un verdadero furor en la época y la actividad de intentar crear autómatas se multiplicó. Así fue que entrados en el siglo XIX los hermanos Maillardet lograron producir el primer escritor-dibujante autómata de la historia, que podía escribir en inglés y en francés y dibujar bellos paisajes. Roberto Houdini también inscribe su nombre en la historia a comienzos de aquel siglo positivista, cuando se creía que la ciencia podía alcanzar a Dios y el progreso sería infinito, y crea una muñeca que escribe, una acróbata, una bailarina, un francotirador, un trapecista y un pastelero, quienes se convirtieron prontamente en las estrellas de su espectáculo. Ya a finales del siglo XIX, específicamente en 1891, Thomas Edison crea una muñeca que habla, perfeccionando las antiguas creaciones del mismo estilo.

La entrada al siglo XX trajo no sólo enormes adelantos en lo que a estas criaturas respecta sino también una nueva terminología para las mismas. El escritor Checo Karel Capek, en su novela llevada al teatro R.U.R., Rossum Universal Robots, estrenada en 1920, crea, sin tener conciencia de ello, una nueva denominación para los autómatas, de ahora en más pasarán a llamarse robots. Esta palabra, que en su lengua original significa siervo o esclavo, tomó rápidamente alcance mundial, popularizándose y haciendo olvidar el antiguo vocablo autómata.

Antiguamente, los autómatas funcionaban a través de movimientos ascendentes y descendentes de agua o aire caliente sobre recipientes internos con válvulas en su interior. También era común que estas máquinas se accionen gracias a contrapesos o palancas.

Los materiales utilizados eran comunes, maderas gruesas, cobre o cualquier tipo de material moldeable era apto para la creación de tales objetos. Esto sumado a la imaginación humana hizo que miles y miles de aficionados se vuelquen al intento de construir seres que respondan a sus preceptos y muchos de ellos lograron grandes resultados, tal como lo demuestran los párrafos anteriores.

La ya histórica obra de teatro de Capek planteaba la hipótesis de construir robots para liberar a la humanidad de trabajos pesados, esta idea, apoyada por diversos adelantos tecnológicos, motivó que George Devol intente producir robots industriales, un verdadero sueño para muchas empresas, lo cual es hoy la motivación principal para la investigación, desarrollo y creación de tales máquinas.

A partir de la tercera década del siglo XX, y con el desarrollo de la robótica, las invenciones al respecto no pararon de progresar, en 1946 se crea el primer ordenador electrónico y en 1959 Planet Corporation desarrolla el primer robot comercial, comenzando así una competencia feroz que aún continúa.

A sólo once años de la primera producción de Planet Corporation, Unimation Inc. crea los históricos PUMA (Máquina Universal Programable para Montaje).

En 1973 SRI idea el primer lenguaje de programación de robots y un año después ASEA fabrica el mundialmente conocido Irb6.

A finales de los ´70, la Universidad de Yamashi produce los robots SCARA, con grandes innovaciones en el proceso de fabricación, dando comienzo a una nueva era en la robótica, ominada por la industria japonesa.

Hoy los robots pueden ser parte de procesos productivos, pisar Marte, desarmar delincuentes y responder a problemas algebraicos ni bien uno se los plantea. La electrónica y la biomecánica son el soporte técnico más utilizado para estos adelantos.

La enorme mayoría de los robots actuales funcionan de manera computarizada, a través de chips insertos en su interior que responden a ondas sensoriales, magnéticas o al simple calor o tacto. Dichos robots disponen de microprocesadores que reciben el aporte de sensores y ordenan la realización de determinadas acciones preestablecidas.

Entrados en el tercer milenio, la catarata de progresos tecnológicos aún no hicieron posible la creación de un robot inteligente, pero sí han logrado que los mismos intervengan en los procesos de producción, denominándose a esta clase de máquinas robots industriales. Estas piezas, que obviamente no responden a los caracteres generales con los que el hombre común imagina a los robots, es decir, no responden en absoluto a una fisonomía humanoide, efectúan tareas repetitivas en cadenas de procesos de fabricación.

Últimamente, se han conocido novedosos adelantos en lo que a la construcción de robots respecta, de cara al futuro sólo queda una espera expectante por el primer robot inteligente de la historia de la humanidad, para lo cual Japón parece llevar la delantera. Justamente en un encuentro diplomático entre el premier de ese país y el gobierno de la actual república Checa, se presentó la última versión de estas máquinas, un pequeño ser, de fisonomía casi humana, que habla, recita, camina, baila y hasta propone brindis por la amistad entre ambos países.

FRANKENSTEIN

 

Frankenstein es una producción de la escritora Mary Shelley, quien a los 18 años y ante un pedido de Lord Byron de hacer un relato de terror,  escribe la novela con la que se inicia la ciencia ficción mundial.

En este relato, el Doctor Víctor Frankenstein logra crear vida artificial dentro de un oscuro y sofisticado laboratorio luego de dos arduos años de investigación y trabajo constante. Pero esta creación, producto de la tecnología y de desechos humanos,  termina destruyendo a su creador.

La novela de Shelley tiene una estructura de cajas chinas, donde tres narraciones se desarrollan en forma concéntrica. Todo comienza cuando Robert Walton le comenta a su hermana en distintas cartas un viaje que hizo al Polo Norte. Dentro de una de ellas, introduce una narración del propio Víctor Frankenstein, creador del monstruo, a Walton. Esta narración incluye, a su vez, la historia del monstruo.

En un comienzo, este ser artificial sin nombre, que adopta el de su inventor, está desprovisto de todo, incluso de maldad, pero poco a poco, producto del horror que produce su apariencia y la soledad a la que está condenado, se transforma en un ser maligno que persigue a su creador y a su familia.

Esta novela causó un verdadero furor en la época y rápidamente se popularizó, a tono con los adelantos científicos del siglo XIX y el traspaso continuo de la ciencia de sus propias limitaciones. El relato guarda claramente en su interior una impugnación al desarrollo ilimitado de la ciencia, que llegando incluso a lograr la ansiada creación de seres artificiales con capacidad hasta de adquirir el lenguaje e humanizarse, no logra otra cosa que destrucción y violencia. La ciencia se le vuelve en contra al propio científico que termina convirtiéndose en víctima del monstruo, quien a su vez no es otra cosa que una víctima del desarrollo científico, como claramente se deja ver con este lamento que sale de la boca de la propia criatura:

 

"Maldito, maldito creador, ¿porqué tuve que vivir?".

 

El éxito de la novela ha dado lugar a que otras ramas del arte tomen esta historia como propia y desarrollen distintas hipótesis que la misma guarda en su interior. El teatro y el cómic se convirtieron con el paso del tiempo en espacios que este monstruo poco a poco comenzó a poblar, pero ninguna rama artística utilizó tanto y permitió tal masificación del relato como el cine, quien a través de 13 films directamente referido a Frankenstein lo transformó en un verdadero mito.

La primera película estuvo dirigida por James Whale y protagonizada por Boris Karloff en el papel de la criatura, se llamó Dr. Frankenstein y fue estrenada en 1931.

A partir de aquí se han hecho muchísimas versiones, adaptaciones y sátiras en distintos lugares del mundo.

En 1935 el propio James Whale lleva a la pantalla grande una segunda versión llamada La novia de Frankenstein. Ocho años más tarde, este monstruo comparte cartel con otro en Frankenstein y el hombre lobo, de Ruy William Nelly.  Luego de unos años de silencio, Frankenstein vuelve a ocupar el centro de la escena en 1957 La maldición de Frankenstein, a cargo de Terence Fisher y un año más tarde aparecen otras dos películas referidas a este

personaje: Richard Cunha dirige La hija de Frankenstein y Howard Koch Frankenstein 70.

En 1967 Fisher vuelve a dirigir un film referido al monstruo con Frankenstein creó a la mujer y en 1970 reincide con El horror de Frankenstein. Claramente, para este director el monstruo era casi una obsesión. Dos años más tarde, Jesús Franco lleva al cine otra versión de La maldición de Frankenstein.

En 1974 aparece en cartel quizás la más famosa y mejor lograda película dedicada a este monstruo, con El jovencito Frankenstein, bajo la tutela de Mel Brooks y protagonizada por Gene Wilder en la piel del científico loco.

El cine italiano también tomó el mito y lo amoldó a sus propias estructuras en Frankenstein a la italiana, de Armando Crispino, en 1975. Doce años después aparece Remando el viento, de Gonzalo Suárez, y en 1993 Frankenstein de Mary Shelley, de K. Brannagh, la última versión hasta el momento y una de las pocas que hacen honor a la creadora del relato.

Innumerables son las obras teatrales al respecto y por millones se cuentan las publicaciones en forma de cómic referidas a Frankenstein, toda una industria se ha movido y se mueve tras este monstruo creado casi como un juego en una tertulia literaria a cargo de Byron, donde todos nosotros hoy podemos decir, sin tapujos, que tuvimos la suerte de que se presente una tal Mary Shelley.

 

 

 

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Blank CDs: 20% off

Cultura: Fuerón los juguetes preferidos de los norteamericanos en lo años 50 y 60.

 

Nueva York: el día en que los robots arribaron a un museo Son 230 ejemplares y es una de las colecciones privadas más completas. La mayoría, de lata y plástico, son de origen japonés. La exposición, hasta fines de enero, es en el Brooklyn Museum of Art.

RITA REIF. The N. Y. Times. Especial para Clarín.

 

 

 Muñecos asociados al trabajo forzado

 

Los robots de juguete japoneses de la era atómica de lata, ojos saltones y vestidos con trajes coloridos de samurai dejaban perplejos a los chicos norteamericanos en los años 50 y 60. Los robots se desplazaban como tanques, lanzaban luces, exhalaban fuego y se tambaleaban hasta quedar parados cuando se les agotaban las baterías.

 

Cuando los robots eran nuevos, estaban fabricados a partir de latas recicladas en Japón que dejaban los soldados durante la ocupación estadounidense. Los chicos albergaban la fantasía de que estas máquinas guerreras tenían como destino conquistar la Tierra y el espacio exterior, pero, en su mayoría, sin armas. Sí, en cambio, contaban con lo que, en ese momento, parecía ser lo último en materia de dispositivos electrónicos antenas de radio, teléfonos, cámaras y aparatos de televisión y, como tales, representaban el papel de precursores de la revolución tecnológica. Estos juguetes de la cultura pop ayudaban a vender los productos electrónicos japoneses al mundo.

 

Esos chicos de hace medio siglo especialmente los que nunca tuvieron robots cuando eran niños hoy se encuentran entre los coleccionistas más ávidos. Se sienten atraídos por los gráficos bien definidos, el ingenio, la postura heroica y el poder de marketing reflejados en el diseño. Uno de estos coleccionistas, Robert Lesser, un vendedor de productos eléctricos retirado, de 67 años, de Manhattan, tenía bicicleta, pero ningún otro juguete cuando era chico. "Eran los tiempos de la Gran Depresión", recuerda.

 

Desde 1980, amasó una colección de 230 robots, una de las mejores en manos privadas. Hoy la exhibe, por primera vez, en "Robots and Space Toys: The Robert Lesser Collection" (Robots y juguetes espaciales: la colección Robert Lesser), una exposición en el Museo de Arte de Brooklyn que está abierta al público hasta el 28 de enero.

 

"En los años 50 y 60, todos los chicos norteamericanos veían los robots como símbolos de aventura y como imagen del futuro", dijo Lesser. En ese entonces, sin embargo, él era demasiado viejo para darse cuenta. Pero, a fines de los años 60, comenzó a coleccionar los libros de historietas y las revistas sensacionalistas que había devorado de niño. Más tarde, se inclinó por juguetes que representaban a personajes de dibujos animados como el Ratón Mickey, Popeye, el Pato Donald y Betty Boop. En 1980, después de haber coleccionado todos los juguetes de dibujo animado que quería, se pasó a los robots. Su colección recibió un gran impulso en 1987 cuando vendió sus juguetes de historieta en 750.000 dólares al agente de juguetes de Nueva York Alexander Acevedo (quien los revendió, a su vez, a un coleccionista de St. Louis). Para Lesser, los robots simbolizan todas las fantasías del siglo XX presentes en las películas, las tiras cómicas y los libros. Y se maravilla frente a su infinita variedad, lo cual explica por qué tiene 15 ejemplares de "Robby the Robot", el héroe alto y sin rostro con un traje espacial negro que se desplazaba en un planeta acosado por el viento en la película de ciencia ficción de 1956, "Planeta prohibido".

 

Kevin Stayton, presidente del departamento de arte decorativo del museo organizó la muestra, se mostró conforme: "Estos robots son increíblemente atractivos, pero también siniestros. Los robots estaban destinados a reemplazar a la gente haciendo trabajos mundanos o tareas peligrosas. Es maravilloso que exista una máquina que reduce el trabajo, pero no si reemplaza a las personas haciendo lo que ellas quieren seguir haciendo."

 

Los robots también representan nuestros sentimientos conflictivos sobre la vida moderna. "Estos juguetes maravillosos ilustran tanto nuestra confianza como nuestros miedos frente a la ciencia y la tecnología durante el siglo pasado", dice.

 

Y, como todos los objetos, reflejan los períodos en los que se produjeron.

La evolución de su diseño siguió el cambio tecnológico del siglo XX. Las formas angulares, de la era de las máquinas impulsadas por mecanismos de relojería de los primeros robots, se asemejan a los automóviles y tostadoras más o menos cuadrados de comienzos del siglo XX. En los años 50, se transformaron en criaturas espaciales de la era atómica, más curvas y operadas a batería. La próxima etapa surgió a fines de los años 60, después que el hombre había pisado la luna, cuando los robots tenían rostros humanos y se parecían a astronautas. Los robots que vinieron después estaban, principalmente, hechos de plástico y no se coleccionaban con el mismo fervor.

 

"Desde los juguetes de astronautas en adelante, los robots perdieron su capacidad para sorprender con fantasías de viajes al espacio exterior", dice Stayton. "Se volvieron acepta demasiado realistas. Ahora, ya no son el enigma que fueron alguna vez".

LOS ROBOTS EN LA LITERATURA

SIN LOS LÍMITES DE LO REAL

 

 

 

Los robots le deben gran parte de su fama a la literatura, tanto es así que su nombre –robots- surge gracias al ingenio de un escritor checo que escribió en 1920 una novela que prontamente fue llevada a las tablas de teatro Nacional de Praga, alcanzando gran éxito. La novela devenida en obra teatral se denominaba R.U.R., Rossum Universal Robots,  esta obra trataba sobre dos pequeños seres artificiales de forma humanoide que obedecían las órdenes de su creador hasta que comienzan a rebelarse contra él.

Para referirse a estos seres Capek los llamaba robots, palabra que deriva de robota, que en checo quiere decir esclavo o siervo. De ahí en más comenzó a utilizarse esta palabra para referirse a los autómatas hasta convertirse en el término oficial de dicho concepto.

Pero estos seres mecanizados dieron rienda suelta al ingenio de miles y miles de lectores a lo largo y a lo ancho del universo desde muchos años antes que el vocablo que los denomina actualmente exista. La creación de seres artificiales, que igualaría al científico con Dios, fue una temática recurrente de la literatura, principalmente durante el siglo XIX, cuando el avance de la ciencia parecían no tener límite alguno y se creía que podía llegar a igualar a la naturaleza. Los textos artísticos tomaron esta concepción de la ciencia y la llevaron al plano de la imaginación, donde verdaderamente todo era posible. De esta manera, los relatos de seres no humanos poblaron los libros de una vez y para siempre.

Fue en 1818 cuando Mary Shelly publica Frankestein, obteniendo un éxito rotundo. Villiers de L´isle Adam, un gran escritor francés del siglo XIX, publicó hacia finales del mismo siglo La Eva futura, donde un personaje llamado Edison (igual que el inventor) creaba una mujer perfecta pero esta al final se enamoraba, cobrando sentimientos, con lo cual se humanizaba.

En ambos casos se puede observar claramente cómo la imagen del científico se asemejaba a la de Dios y la del artificio a la naturaleza, incluso en estos ejemplos se llega al extremo de pensar que el artificio puede superar a lo natural, ya que puede ser perfecto.

En el año 1900 Frank Baum escribe El Mago de Hoz, donde uno de los principales personajes es un robot de hojalata. 20 años después -un año antes de que la palabra robot nazca- es el barro el lugar de donde surge un ser viviente artificial, con el libro checo El Golem, que da cuenta de una leyenda judía.

La temática se mantuvo a lo largo de todo el siglo XX, en 1926 se escribe Metrópolis, posteriormente llevada al cine, y en 1942 Asimov publica Las cavernas del acero, donde quedan asentadas las tres leyes de la robótica , modificando la manera en que se veía a estos seres artificiales.

Igualmente, los novelistas siguieron cuestionándose en sus textos la naturaleza del robot y los peligros que esta acarrea. La hipótesis principal

  de aquellos que defienden una teoría enfrentada a la creación de robots es que los mismos son creados para llevar adelante tareas que realiza el hombre y esto termina convirtiéndose en una competencia donde el ser humano lleva las de perder. El extremo de esta idea lo plantea la novela de Jack Williamson Con las manos cruzadas, donde se muestra cómo la libertad humana termina en esclavización a causa de unos robots eficientes.

En nuestros días, ya entrados en el siglo XXI, no resulta extraño que estos seres pueblen los libros literarios, pasando de ser llamados autómatas a Robots. Muchos más son los títulos que podríamos citar al respecto, pero creemos que estos que aparecen son ejemplos fundantes de un tipo de literatura y de una tradición temática que tiene ya más de 200 años, y por ello resultan particularmente importantes.

Una cosa es manifiesta, la popularidad de los robots y la creencia en sus habilidades y peligros fue creada en unos casos y ampliamente fomentada en otros por los textos literarios, hasta tal punto que se puede decir que es a través de ellos (y también del Cine) que surgen la mayoría de los retratos que llenan el imaginario popular a la hora de describir a estos seres automáticos.

La literatura tiene una ventaja sobre la ciencia, y es la de que para que algo exista simplemente debe aparecer en el cerebro del autor, los límites los pone él, por lo que esta clase de relatos son muy apropiados para la aparición de seres artificiales y en este sentido adelantarse a proyectos científicos, que pretenden hacer de esa imaginación algo real. Los libros de Julio Verne, principalmente Viaje a la Luna, son ejemplos de esto.

ISAAC ASIMOV

EL LEGISLADOR DE LA ROBÓTICA

 

 

 

Isaac Asimov es el nombre más relevante de la Ciencia Ficción mundial, sus más de 450 libros publicados lo constituyen en una verdadera leyenda del género y una eminencia literaria. Como escritor, se destacó fundamentalmente con sus cuentos, aunque no faltaron novelas y ensayos en su producción artística. Sus relatos se inmiscuyen también en el mundo de la mitología, la religión, la química, la matemática, la biología, la astronomía, la física, la literatura y la historia de la ciencia y de la cultura, lo cual da muestras de su enorme talento y de su gran interés por el conocimiento y el desarrollo científico y artístico, cuestiones que lo llevaron a obtener numerosos premios a lo largo y a lo ancho del mundo, muchos de los cuales nunca fue a recibir por su fobia a los aviones.

Sus libros fueron traducidos a más sesenta idiomas, con gran éxito en diferentes lenguas y culturas, durante años fue consultor de la NASA y miembro distinguido del Club de los Intelectuales Superdotados, entre otras instituciones que lo cobijaron.

Asimov nació en Rusia en 1920, pero, prontamente, su padre emigró a los Estados Unidos, país en el que se doctoró en Química en 1949 en la Universidad de Columbia y del que, debido a su miedo a volar, nuca más partió, convirtiéndose en el lugar desde donde daría a conocer su imaginación al mundo hasta 1992, el año de su muerte.

Con sus relatos de Ciencia Ficción, Asimov acercó e hizo comprensible la ciencia a millones de lectores gracias a su llano y explicativo lenguaje y, en reiteradas ocasiones, ayudó a diversos desarrollos científicos. Dentro de este tipo de historias, ocupan un lugar estelar las referidas a robots, donde también muchas de sus creaciones literarias terminaron convirtiéndose en realidad gracias a los avances tecnológicos del siglo XX repitiendo la historia del siglo anterior, donde la falta de fronteras de la imaginación artística ayudó a desarrollar la ciencia.

Asimov fue el encargado de acuñar la mismísima palabra robótica y en uno de sus libros más importantes, Las Cavernas de Acero, sanciona, en un supuesto manual de robótica del año 2085, las ahora mundialmente conocidas tres leyes que deben regir la relación entre los robots y los seres humanos:

 

Un robot no puede lesionar a un ser humano ni permitir por inacción que le sobrevenga daño alguno.

Un robot debe obedecer las órdenes que le den los seres humanos. Salvo que tales órdenes vayan en contravención de lo dispuesto en la Primera ley.

Un robot debe proteger su propia existencia siempre y cuando tal protección no suponga contravenir la Primera o la Segunda Ley.”

 

Estas leyes fueron retomadas por numerosos escritores y rápidamente traspasaron las fronteras del arte, ayudando a concebir la creación de seres artificiales no tanto como una amenaza a la humanidad, lo que era la idea general de la época, sino como fieles ayudantes al desarrollo y evolución de la misma.

Con sus historias sobre Robots, entre la que se destacan Yo, Robot, y La era de los robots, el escritor despliega un universo creativo donde estás máquinas poseen la capacidad de llevar adelante difíciles tareas programadas e incluso pueden pensar, aunque carecen de voluntad propia y siempre dependen, en última instancia, del ser humano.

Asimov perteneció a la época de oro de la Ciencia Ficción, lo que se denominó el ciclo Campbell y que se desarrolló durante la década del ´40.

Muchos lo consideran la último manifestación de esta etapa del género, donde otros grandes escritores como Ray Bradbury, Arthur C. Clarke, Sturgeon, Stapledon, Frederik Pohl y Bester cautivaron a sus lectores con alucinantes relatos.

Asimov pasó definitivamente a la fama gracias a su destacada trilogía publicada en la década del ´50 Fundación, Fundación e Imperio y Segunda Fundación, ambientada en los años 12.000 D.C. durante la era galáctica.

Estos libros fueron grandes best-seller y lo consolidaron como uno de los más fieles exponentes del género.

Hoy, a más de 10 años de su muerte, sus libros siguen causando estupor en las nuevas generaciones que se acercan a ellos, y cada vez una mayor cantidad de sus creaciones literarias dejan el campo de la ficción para convertirse en realidad al son de los avances de la tecnología y la ciencia, lo cual convierte a Asimov no sólo en un gran escritor de Ciencia Ficción sino en un verdadero visionario.

 

info@ourcompany.com

Próximamente el Art and Toy en 3D, el primer Museo y Gallería en la Argentina y  Bob Frassinetti junto a un grupo de Inversionistas Nacionales e Internacionales, lanzan el primer Boutique Hotel y Gallería de arte y Museo de Juguete proyectado por la zona de norte oeste de la Provincia de Cordoba, Argentina.
 
Un exitoso modelo de inversión inmobiliaria que permite ser dueño y huésped a la vez, participar no solo obteniendo una mayor rentabilidad en el alquiler de la unidad y la posibilidad de utilizar los servicios del hotel a través de una membrecía especial, pero también disfrutar to todo los servicios del lugar ............
 
BIENVENIDOS A BUENOS AIRES TOY MUSEUM El Buenos Aires Toy Museum tiene el inmenso placer de invitarte a conocer pronto su nuevo sitio Web en español y en 3D, donde encontrarias nuevas secciones, notas, entrevistas a fabricantes, investigaciones, concursos, subastas, cientos de fotos sobre los juguetes y figuritas producidos en la Argentina a lo largo de la historia y una breve resena sobre cada uno de ellos. Nuestra intencion como miembros del primer museo del juguete argentino es que este sitio no se convierta en una mera exposicion sino en un espacio de conocimiento y aprendizaje para todo aquel que la visita, y en pos de este fin es que desarrollamos esta nueva pagina. Nuestros equipos periodisticos, de investigacion y de diseno trabajaron duramente para hacer esto posible, y lo siguen haciendo en vi¬as de su perfeccionamiento. Esperamos que nuestro nuevo sitio Web en español y en 3D sea de tu agrado y que te conviertas en un asiduo visitante del museo, que semana a semana se actualizara para brindarte una mayor informacion y un mejor servicio.
 
 
For more information :Email: The Buenos Aires Toy Museum, Bob Frassinetti. Press here to go to the BA Toy Museum on Face Book:The Buenos Aires Toy Museum, on Face Book, Argentina. Bob Frassinetti. Copyright 2010 2017. Roberto Dario Frassinetti.

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