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The Buenos Aires Toy Museum
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Historieta
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Esta historia es el producto de un proyecto social y colectivo que comenzamos a desarrollar un tiempo
atrás.
Comenzó hace un par de años a raíz de una idea que rondaba nuestra propia práctica; producto del trabajo
de investigación que venimos realizando sobre la historia de juegos y juguetes argentinos. A partir de nuestro propio trabajo
comenzamos a descubrir una amplia gama de improntas culturales y sociales en la producción de juguetes y juegos. Pronto nos
dimos cuenta que se trataba de representaciones culturales de gran importancia, mucho más de lo que hubiéramos podido imaginar.
En tanto se trata de reflejos objetivados de nuestro presente, pasado… objetos ideologizados de gran valor semiótico
y semántico. Asi, frente a tamaño descubrimiento, se nos ocurrió crear un juguete-juego-conceptual de características multimediales,
que de alguna manera pudiera reflejar nuestro tiempo, nuestras ideas, nuestros sueños y esperanzas.
La historia narra de manera ficcionalizada una de nuestras posibles visiones del mundo. Contempla de
manera profunda nuestros pensamientos e ideas del mundo, y busca por medio de la palabra, el arte y la expresión cultural
amplia dar cuenta de este presente.
Los Onas de la Patagonia Argentina, de la región ligada a Tierra del Fuego siempre han tenido un atractivo
particular en mi propia historia –Argentina y personal- y como tal, se fue gestando como interlocutor imaginario de
una historia a narrar. Ellos mismos, como referentes reales de un mundo complejo, cambiante y que se niega a cumplir designios
absurdos de modernidad infundada han sido gestores de su propia historia. Por su valentía y coraje, aparecen ante mi mirada
como exponentes claros de una cultura rica y profunda.
La historia es narrada con auxilio de todo tipo de expresiones culturales y artísticas que pueden aportar
a gestar un cuadro complejo, rico en sensaciones, personajes y escenarios.
La historia comienza en Buenos Aires, con un hombre común escribiendo una historia… tal como estoy
haciendo en este momento, cuando en un brevisimo instante su realidad muta, es como si se abriera un mundo espacio-temporal
alternativo---- Aparece de repente en tierras lejanas, y allí comenzara a transitar un camino de aventuras y experiencias
vitales realmente significativas.
Espero disfruten estas, las primeras de muchas entregas en las que iremos narrando, esta, nuestra historia.
Bob
Frassinetti & The Buenos Aires Toy Team.
Si queres participar de este proyecto de creación colectiva comunicate con nosotros hacienda click aqui!
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_ Oh, Dios, qué es esta pesadilla...
Lucio observa al hombre extraño con rostro indignado y suelta
temblorosamente, temiendo la respuesta:
_¿Qué pasó con Buenos Aires.. y conmigo?
_ Tiempo al tiempo, comencemos por donde estamos,
¿quieres oír?
_ No tengo más remedio que escuchar.
_ Mirá, sé que en un principio te negarás a creer
lo que te voy a decir, tu mente no está preparada aún para esto, pero debes esforzarte en comprender, debes confiar en mí
y en mis dioses si quieres sobrevivir y escapar de esta locura -dijo el hombre en el que Lucio empezaba a creer-. Tendría
que dejarte descubrir sólo todo esto, pero el tiempo apremia y no estamos para juegos, desde la caída del meteorito nuestro
pueblo sólo ha vivido angustias y miserias, sólo nos queda una oportunidad y eres uno de los elegidos para que seas parte
de la aventura.
El hombre extraño hizo una pausa, masticó algo
raro, alzó la vista y la voz, y con tono profético continuó:
_ El hombre está destinado a desaparecer, como
ha ocurrido con miles de animales a lo largo de la historia. La era de la humanidad acabó. La roca de fuego extinguió casi
la totalidad de nuestros cultivos, nuestra flora y nuestra fauna, y a casi todos los hombres de la tierra. Sólo quedan pequeñas
comunidades perdidas en los caminos. Además, han aparecido otras especies muy peligrosas, mutantes que absorbieron distintos
químicos conocidos y desconocidos que se guardaban en laboratorios y bases nucleares y que se desperdigaron por el universo
luego de la catástrofe, aumentando la muerte y la destrucción. Estos monstruos se reprodujeron y hoy dominan gran parte del
planeta, enormes bestias que acechan al hombre día y noche. La era de la humanidad termina y debemos salvarnos. Nuestros frutos
escasean, nuestros espacios se achican, estamos débiles y somos pocos; ha llegado el momento en el que debemos comenzar nuevamente
la misión en la que tantos de los nuestros perecerieron.
_ ¿Misión? ¿Qué misión?. Yo era escritor, no
guerrero ¿Qué hago yo acá, porqué estoy acá? ¿Quién me trajo?
_ Esas respuestas no puedo, ni debo,
dártelas. No debes preguntarme a mí, yo sólo soy un enviado, cumplo órdenes.
_ ¿Quién te envía?
_ Temáukel, un Dios que no es el tuyo.
_ ¿Esperas que te crea?
_ No tienes demasiadas alternativas.
Puedes no creerme, pero afuera está la realidad, y el choque con ella te será duro. La desolación es total y tu Dios no ha
aparecido para salvarlos. El nuestro en cambio, sí.
_¿cuál es tu pueblo?
_ Mi pueblo es el más austral y valeroso
del mundo, mi pueblo es Ona, antiguos líderes del Sur, desafiantes de la tormenta y la nieve, del frío y la muerte.
_ ¿Onas? Pensé que se habían desaparecido
hace años...
_ No exactamente.
_ No me has contestado, tienes que saberlo,
porqué a mí, ni siquiera soy indio.
_ Debes acostumbrarte a vivir sin algunas
respuestas... La paciencia es un don que sólo los héroes tienen, debes aprender a conservarla. Tus preguntas no son importantes,
no estás comprendiendo, lo importante es cumplir la misión antes que los Onas desaparezcamos definitivamente de la faz de
la tierra.
_No entiendo... ¿yo salvar a los Onas con una
misión?, ni los conozco ni soy luchador, soy un porteño nihilista, nada más. Esto es absurdo.
_ La vida deja de ser absurda sólo con la muerte,
allí recién tendrás los porqué que cubres con mitos en tu existencia. Calla y oye mi historia, te será necesario prestar atención
y no olvidar lo que oirás aquí.
Los Onas fueron uno de los pueblos que mayores
tributos le han hecho a sus dioses y héroes, constantes e innumerables fueron los sacrificios hechos en su honor durante miles
y miles de años. Cénuke y Kenós, con el beneplácito de los dioses, finalmente respondieron. Han entregado a los Onas puros,
y sólo a ellos, la posibilidad de abrir la puerta que une los tiempos, trasladarse al pasado, al futuro, a donde se quiera,
como hacían ellos, y así salvarse de los cataclismos de la naturaleza y la humanidad. Pero no es fácil. Otro de nuestros héroes,
llamado Kwányip, no estaba de acuerdo con brindar semejante regalo a la tribu
debido a las divisiones internas entre los hermanos, los Onas del norte y los Onas del Sur, y como represalia, Kwányip ha
logrado dividir la llave y esconderla en esta nuestra gran isla, diferentes ejércitos custodian cada una de las partes, miles
de peligros acechan en los caminos hacia ellas, y sólo con destreza, fuerza e ingenio se podrá salir victorioso. Nadie hasta
ahora ha podido encontrar siquiera la primera de las piezas, todos han muerto en el intento. Para colmo de males, la destrucción
de nuestra etnia es casi total, el koliot (hombre blanco), el hambre, el clima y las bestias nos han vencido sistemáticamente,
sólo queda viva una última exponente de nuestra raza: la Gran Onna, si ella muere sin abrir las puertas de los tiempos, a
lo que queda de la humanidad sólo le resta esperar la hora del final. Tú debes ayudarla a encontrar las piezas, unirlas, y
hallar el mapa que indica el lugar preciso donde la Ona debe practicar sus rezos mágicos para trasladarse por el tiempo y
el espacio. Yo me encargaré de seleccionar más gente para que los acompañe.
_ ¿qué pasa si me niego?
_ Para ganar tiempo, Temáukel, nuestro ser supremo,
te matará inmediatamente, en esta cueva si es preciso. Igualmente, no tienes mucho para dudar, aquí morirías de todos modos
y es la única oportunidad que tienes para volver a tu Buenos Aires. Aquí no durarías una semana vivo sin mi ayuda. No conoces
nada, enloquecerías sólo. Si quieres volver a tu Buenos Aires, ella es la única que puede ayudarte.
_ ¿La puerta de los tiempos? ¿Es un chiste?
_ De generación en generación los Onas
han mantenido en secreto este saber, y sólo ellos pueden practicar el rezo final que permita abrir la puerta del cosmos, de
lo contrario, las puertas que se abrirán serán las del infierno, y el fin será inevitable. Sos el primer koliot que conoce
el misterio, no frustres a nuestros dioses ni los molestes, bastante mal nos han hecho ustedes para soportar otra afrenta
de tu raza.
Lucio salió de la cueva y caminó unos pasos. De
espaldas al hombre extraño, contempló la destrucción casi total del planeta, especies extrañas, animales horribles que nunca
había siquiera imaginado, y mucha nada. Hasta el horizonte, ningún vestigio de civilización. Ni siquiera el sol era el de
antes, parecía más oscuro, como si una densa capa de ceniza le impidiera llegar con naturalidad a la Tierra. Se dio cuenta
que podía oler lo que respiraba, el aire no era aire solamente, era algo más. Supo que no podía vivir mucho tiempo así. No
podía creer lo que acababa de oír, pero tampoco tenía argumentos para negarlo, parecía real, pero no podía serlo, todo era
muy extraño, quizás era un sueño largo, quizás todo era producto de la fiebre, pero ¿cómo saberlo? Ayer, ayer nomás estaba
enclaustrado en una oscura habitación porteña, dejando pasar los minutos de su existencia entre la fiebre y la depresión.
Se pensó un delirante, pero un fuego interior comenzó a crecer en su cuerpo, le agarró un miedo terrible, ¿Qué será de Buenos
Aires? ¿Qué era ese mítico nombre que ahora no podía imaginar pero que al sentirlo le provocaba una profundísima emoción,
una emoción que arrancaba lágrimas constantes de sus ojos? ¿Cómo sobrevivir aquí, en esta desolación, con tantos peligros,
con este aire extraño y este sol opaco? ¿Qué será de Sabino? De repente, el recuerdo de un café, muchas mesas vacías, una
música melancólica. TANGO. Eso era Buenos Aires. No se pudo contener y estalló en un llanto seco. Todas las preguntas ahora
conducían a una sola respuesta: Para sobrevivir, para volver a Buenos Aires, para intentar todo una vez más, necesitaba imperiosamente
escapar del lugar en donde estaba, y sólo había una manera de hacerlo. Dio media vuelta, entró a la cueva cuando el hombre
extraño observaba detenidamente el extremo superior de su bastón, donde una piedra preciosas roja brillaba más que de costumbre,
se le puso enfrente, y exclamó:
_
Llévame con la gran Onna.
Ambos se pusieron de pie y marcharon sin decirse palabra
alguna. La desazón se apoderó de Lucio camino al toldo de la Gran Onna, el paisaje era catastrófico, el desierto que iban
desandando poco a poco comenzaba a poblarse de pastizales resecos, de vez en cuando, algún arbusto como el que lo había mordido
mostraba sus dientes y huía ante el hacha del enviado de Temáukel. Pronto, un lúgubre y pequeño bosque de plantas grises y
negras apareció en el camino. Lucio creyó en un principio que estaba más lejos y que lo que veía era la sombra del bosque
en un claroscuro del sol, pero no, el bosque era esa sombra en medio del camino, miró al enviado de Temáukel y comprendió:
debían cruzarlo para llegar hasta donde se encontraba la Gran Onna.
_ Para llegar hasta el Kauwi–dijo el enviado
de Temáukel intentando tranquilizarlo- debemos pasar por este bosque gris, es el más tranquilo de los que existen en esta
Isla Grande. Yo te ayudaré mientras tú empiezas a conocer los peligros que acechan aquí a cada instante. No tengas miedo,
llegaremos a destino en dos horas, el bosque es pequeño. Toma, te servirá -le dijo mientras le obsequiaba una daga-. Tendrás
que aprender a defenderte.
_ Gracias, estas sé usarlas.
_ Lo que no sabes es contra qué, así que estate
atento, sígueme y haz lo que te digo.
El enviado de Temáukel se insertó en el oscuro bosque rápidamente
y detrás de él se encaminó Lucio.
CONTINUARÁ.

Al adentrarse en el bosque, la oscuridad ganó el paisaje,
el día se volvió noche, el débil sol no lograba traspasar los follajes de los árboles y las plantas, el gris era el común
denominador de las distintas especies, y cada tanto, unos dos lucecitas amarillas asomaban a lo lejos, y cada vez más cerca.
_ Son Duendes, no te preocupes, sólo son curiosos. Pero
si vez que tienen los ojos rojos cuídate, hay muchas salamancas por aquí y a los diablos no les gusta que se cruce por su
territorio. También cuídate de las lianas.
Lucio chocaba con las lianas
y se las sacaba de encima, cada vez más nervioso y cansado. Luego de media hora de caminata por un pequeño camino que el enviado
de Temáukel conocía bien, Lucio parecía cada vez más disgustado con esas raíces que habían abandonado su nido para morar en
las alturas y pendular en el aire aferradas a las ramas.
Ante una liana gruesa y bastante pesada, más que las normales,
Lucio no tuvo mejor idea que cortarla con su daga. Ni bien el filo de la misma hirió a la liana, un grito inhumano pobló el
bosque y dos lianas que rodeaban a Lucio, se ataron a sus tobillos y se condujeron a la copa del árbol que habitaban.
_AAAHHHHH.
El enviado de Temáukel, alertado
por el grito de la liana herida y a sabiendas de la reacción de sus compañeras, ya se había preparado, consu hacha liquidó
a las otras dos lianas que se le acercaban a él y, con una destreza irreal, apoyándose en el tronco del árbol contiguo en
el que mantenían boca abajo y mirando la tierra a Lucio, pegó un salto hasta la rama inferior a la que sostenía a las lianas.
_ Esto te dolerá, le dijo a Lucio, y con una mano
aferrado a la rama superior, combatió largos minutos con una de las lianas, que soltó a Lucio, quien quedó suspendido en el
aire de una sola pierna. La liana logró maniatar al enviado de Temáukel de su pierna, y tiró con fuerza para abajo intentando
hacerlo caer, pero la fuerza del enviado era superior, y la que comenzaba a ceder era la rama a la cual este se aferraba.
Calculando bien el impacto, el enviado de Temáukel guardó en su espalda el hacha
y con la punta de su bastón tocó a la liana, quien se hizo cenizas en cuestión de segundos. Tomó nuevamente el hacha, y acercándose
a la liana que sostenía a Lucio gritó.
_ Atájate. Y partió la liana en dos.
Lucio cayó sobre una enorme
cantidad de hojas secas que sirvieron de colchón evitaron un golpe más duro, que hubiese puesto en juego su vida. Igualmente,
la caída le dejó heridas importantes en el hombro y el brazo izquierdo, que parecía dislocado. El enviado de Temáukel se acercó
a él, tomó su brazo, y se lo sanó. Los gritos de dolor ahora eran de Lucio, pero pronto se recuperó y con un vendaje en su
cabeza producto de distintas raspaduras y el hombro un poco dolorido, esperó un tiempo sentado y apoyado en el árbol de la
batalla, para continuar viaje.
_ Qué fue esto?
_ Lastimaste a una liana y sus amigas vinieron en su ayuda.
No es tu tiempo, donde a la naturaleza podías someterla y lastimarla, hasta matarla, sin reacción. Ahora se vive en armonía
con ella, y si la atacas, ella responde. Tuviste suerte que el árbol no se te tiró encima para aplastarte.
_ Pero es una liana, cómo puede...
_ Puede, el cómo tiene su nacimiento con el meteorito,
como todo lo demás, pero la historia es larga. Es mejor continuar, y no lastimes más a la madre tierra ni a sus hijos más
queridos, los que nunca mudan su existencia.
_ Qué hiciste con tu bastón.
_ Temáukel me lo entregó
como único elemento divino. A diferencia de cuando envío al dios Kenós, hoy la tierra tiene hombres para llevar adelante las
empresas encomendadas. Por lo tanto, y para garantizar que sea sólo la guía y la enseñanza lo que reciban los hombres, me
envió a mi, tan humano como tú, aunque nunca moriré de muerte natural, para ayudarlos, y me regaló este bastón para enfrentamientos
con monstruos o deidades malignas. Ya verás lo que es capaz de hacer cuando los peligros sean mayores.
_ Con esa cosa estamos salvados.
_ Esta vez me metí para salvarte porque tu ignorancia
te llevará a una muerte rápida y aún no estás preparado, pero cuando lleguemos a lo de la Gran Onna y aprendas de ella todo
lo necesario, yo y mi bastón tendremos prohibida la participación en las luchas que se te presenten. Tendrás que valerte por
ti sólo. Así que presta atención, mi padrinazgo no durará mucho tiempo.
Ni bien terminó de decir estas palabras, el enviado de Temáukel
se puso de pie, y tendió su mano a Lucio, quien con dificultad y una pequeña
renguera en su pie derecho se levantó para seguir camino.
_ Cómo te llamas?
_ Mi nombre es....
Como se convirtió Tierra del Fuego en una Isla
En
los comienzos, Tierra del Fuego no estaba separada del continente americano. Por aquella época existía una mujer, llamada
Taita, que controlaba todo el Sur de Tierra del Fuego. Estaba repleta de carne
de Guanaco, pero no le daba nada a nadie. Y, lo que es peor, tampoco dejaba que la gente se acercara a los ríos y los lagos
para beber agua fresca. Pronto la gente empezó a pasar hambre y a debilitarse. Un anciano, Kaux (el búho), habló entonces:
-
¡Debemos llamar a mi nieto, Taiyín,
para que nos libre de este mal!.
Inmediatamente
envió a Ceura, el tordo patagónico, hacia el Norte, para buscarlo. Ceura viajaba
sólo de noche, pero para que la malvada Taita no lo viera. Por fin volvió con Taiyín, el colibrí.
Este,
a pesar de ser hombre muy pequeño, era hombre invencible con la honda. Así que a la mañana siguiente, partió. Primero fue
en busca de otro hombre, Karkai, (el carancho), para poder encontrar a Taita, más rápidamente. Pronto, hallaron su vivienda, pero ella no estaba por allí. Cuando finalmente apareció, Taiyín, preparó su arma. Con cuidado puso una piedra en la honda y la lanzó
hacia la malvada mujer, con tanta fuerza y puntería que le arrancó la cabeza.
La
sangre salpicó todo alrededor, y tiñó de rojo las aguas.
- ¿Qué
haremos ahora, nieto? - Se lamentó Kaux- Nuestra gente no puede beber esta agua impura.
Taiyín reflexionó un instante Luego recogió toda
el agua y la lanzó, hacia el Norte.
Allí
las aguas siguen rojas hasta el día de hoy. Después recogió algunas rocas, y con su honda, las fue lanzando en varias direcciones.
Donde caía una roca, se abría un agujero enorme que se llenaba de agua. Taiyín, lanzó una roca al Norte, y el agujero empezó a formar el Estrecho de Magallane; tiró
otra al Sur; y se formó el canal de Beagle. Pronto las piedras abrieron tantas brechas, que la tierra de los Onas quedó convertida
en una Isla. Los lagos de la isla fueron también formados por la honda de Taiyín,
y desde entonces no faltó el agua dulce en Tierra del Fuego.
El hain de los hombres
Después de la
matanza, no quedaron más que unas pocas niñas entre los onas. Pasó el tiempo,
y algunos hombres se casaron con ellas, mientras que otros buscaron mujeres en regiones vecinas. Pero, en aquel momento en
que los hombres se quedaron solos, se presentó un asunto de mayor urgencia que debieron tratar de inmediato.
Los más destacados
entre los onas preocupados, Nadie faltó al llamado de Krren, el Sol. Allí estaban los corpulentos Ketáixtem y Tasé (la ballena macho y el cachalote); sus primos Ksámenk y Kemánta (los delfines;
los pájaros marinos Koper y Káil (el
albatros y el petrel); también las fuertes aves de rapiña: Kwuan (el águila mora), Karkai
(el carancho) y Kaux (el búho).
Muchos otros mamíferos y aves se presentaron, todos igualmente preocupados.
Pronto hallaron
la solución; no muy original. Por cierto, pero si efectiva. Harían lo mismo que las mujeres: una ceremonia hain para intimidarlas. De manera que prepararon todo: la Gran Cabaña, las pinturas para el cuerpo, el orden en el que cada uno debía moverse, quienes iban a hacer de “espíritus”,
etcétera. Pero, cuando parecía que ya todo estaba listo, vino a sumarse un último
integrante al hain, un joven que había
tenido un curioso origen.
Aquellos dos
órganos sexuales que había creado Kenós
tuvieron un último hijo: Kórior.
Cuando nació fue adoptado por
una mujer soltera. Para su sorpresa, el chico crecía demasiado rápido. La mujer solo lo amamantó durante unos días, ya que
pronto aprendió a caminar y, muy poco después, a hablar. Kórior seguía creciendo: hoy era un chico y jugaba con el resto de los pequeños de la tribu; a la semana siguiente
ya era un hombre que empuñaba el arco, y no podía juntarse más con los otros chicos. Y, así fue como Kórior, a pesar de tener muy poco tiempo de vida, alcanzó a participar
de la primera ceremonia hain. Entre
todos lograron convencer a las mujeres de que los “espíritus” reclamaban respeto y tributo, para mantenerlas dominadas.
Y nadie podía revelar el secreto, bajo pena de muerte. Por lo tanto, hasta los últimos tiempos, nadie habló abiertamente de
lo que ocurría en el hain, la Gran Cabaña
Cómo surgieron las estaciones
Después de participar
del primer hain, Kórior, decidió ir hacia el norte de la isla, a la tierra de su abuelo
materno, Cuando llegó vio las ceremonias que realizaban esas gentes, y le enseñó todo acerca del hain, se hizo amigo de otro joven, llamado Kámsot, y pasado algún
tiempo lo invitó a viajar con el a su tierra, el Sur. Kámsot accedió, y los
dos partieron. Durante el trayecto realizaron varias pruebas de agilidad, fuerza y resistencia, y Kórior siempre resultó vencedor. Una Vez en el sur, Kórior le mostró a Kámsot, la Gran Cabaña y lo dejó participar de los ritos, no sin
antes darle miles de recomendaciones y advertencias.
Kámsot se quedó mucho
tiempo entre los onas del Sur; pero de pronto, abruptamente, decidió irse. La razón fue porque un día, caminando con otra
gente por el bosque, se le ocurrió decir:
-
En mi tierra los árboles tienen las hojas verdes como los de aquí. Pero pasado
algún tiempo, las hojas se vuelven rojas. Más tarde, cuando llega el frió y la
nieve cae abundante, todas las hojas caen al suelo, y de los árboles no queda más que el esqueleto, es decir el tronco y las
ramas. Luego, cuando el calor regresa, las hojas vuelven a crecer. Así es en mi tierra.
Todos lo escucharon
asombrados, con la boca abierta, Y casi enseguida, comenzaron a reírse.
-
¡ Que buenas historias cuenta Kámsot! Dijo uno.
-
Quiere burlarse de nosotros, ¡Que gran
mentiroso es!, decían otros.
Pero Kámsot muy serio, insistió en que estaba diciendo la verdad.
Entonces los
hombres dejaron de reírse comenzaron a reprenderlo y censurarlo por decir mentiras tan evidentes. Se enojaron con Kámsot porque en aquellos
tiempos, los onas del sur, no conocían el cambio de las estaciones; solo conocían la primavera.
Enojado y avergonzado,
Kámsot decidió emprender el regreso
a su país, el Norte.
Tiempo después
se convirtió en un ave, la cotorra cachaña, y desde entonces fue llamado Kerrhprrh. Pero, aún en su nueva condición, no pudo olvidar como lo habían ridiculizado los onas del Sur.
Y viajo para darles una lección.
Voló varios
días, hasta que finalmente llegó. Con un breve aleteo se posó en un árbol, en el límite del bosque. Se lo veía muy hermoso
con su plumaje verde y el vientre rojizo. Kerrhprrh,
la cotorra, se quedó mucho tiempo encaramado en el árbol, y los onas lo miraban siempre, porque no conocían esta ave. Un día,
el árbol donde el lorito estaba posado se tornó de color rojizo; pronto se le
cayeron todas las hojas. Kerrhprrh
fue hacia otro árbol y sucedió lo mismo: primero las hojas enrojecieron, y luego cayeron a la tierra. Kerrhprrh siguió volando de árbol en árbol. Hasta que no quedó uno
con una hoja encima. Luego el ave volvió al mismo árbol por el que había comenzado.
- ¡¿Y?! –
gritó, con el secreto sabor de la venganza en su voz - ¿ No me creen todavía?
¿No están convencidos de que los árboles pierden sus hojas, y que, antes de caer éstas se vuelven rojas?
Y los onas ,
que no salían de su asombro, comprendieron quien era el que así les hablaba. Y, descubrieron también que las hojas verdes
de la primavera habían tomado forma de plumas en las alas de Kerrhprrh, mientras que la hojas rojas del otoño adornaban su alegre
pecho.
Desde
aquel día, todos los onas conocieron el verano, el otoño, el invierno y la primavera.
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ASÍ COMIENZA LA HISTORIA:
Hace tiempo que una historia venía dando vueltas en la cabeza de Lucio, incluso desde antes que su extraña sequía literaria
y el refugio en el alcohol le hicieran perder un importante contrato con la editorial que lo había publicado con anterioridad
y el trabajo en el periódico en el que escribía diariamente. Poco a poco comenzó a sentirse molesto, como aquel que sabe que
tiene algo para decir antes de conocer exactamente de qué se trata.
Al comienzo sólo eran líneas dispersas y bosquejos,
un croquis a modo de mapa. Nunca supo desde cuándo la historia le habitó el cuerpo, quizás se comenzó a meter en sus sueños
y pronto dominó su realidad, quizás ya estaba loco para entonces. Las líneas se convirtieron en letras, y las letras cobraron
sentido. Los bosquejos fueron pronto imágenes y figuras de un tiempo que nunca supo donde ubicar, si en el pasado o en el
futuro. No era algo simple ni una decisión común para él, parecía –tenía la certeza- que había experimentado ya cada
cosa que imaginaba, como si simplemente lo estuviera recordando. A la vez, tenía la seguridad -creía- que recorría un camino
nunca antes transitado, y que todo dependía de él para desarrollarse. Sabía que debía imaginar primero su propia historia,
pero ni bien lo hacía pasaba a ocupar el lugar de un recuerdo lejano y real. Vívido y externo.
Recordó la temporalidad circular y cíclica de muchos pueblos
indígenas, y llegó a la conclusión de que los equivocados en los almanaques éramos nosotros.
Las imágenes y las figuras comenzaron a moverse y a adueñarse
de las palabras que flotaban a su alrededor. Se sentó ante su computadora, y se dejó llevar por ellas. Cuando observó en su
imaginación nuevamente el croquis, vió que era un mapa claro, más claro que cualquier otro que haya visto antes, podía dar
cuenta de los más recónditos espacios de aquella tierra, tan cercana y lejana a la vez, creyó conocer sus montañas, sus valles,
sus frutos, vió a sus habitantes allí, en eso que era algo más que un mapa, y se reconoció entre ellos.
Por última vez, se distanció y pensó:
“Algo raro pasa...”
Nunca más pudo volver a separarse de su historia.
CONTINUARÁ.

Lucio era uno de esos hombres de vidas distintas, esas que
encierran en su interior, como cajas chinas, pequeñas historias que se pueden definir como muchas vidas dentro del marco de
su existencia. Si bien apenas superaba los 30 años para entonces, había experimentado más aventuras de las que podía recordar.
Fue muchas cosas salvo él mismo hasta que un poco de azar y mucho talento literario lo catapultaron a una fama fugaz que nunca
buscó, una fama que se transformó en una carga que lo incomodó tanto como para frustrarle la única posibilidad de encontrar
su lugar en la tierra.
Lucio trabajó en las viñas mendocinas –probablemente
aquí comenzó su adicción al vino-, cuando llegó a Cuyo escapando de su padre, fue boletero en Retiro, representante de unos
amigos que jugaban a hacer música, estafador, extra en películas de tercera categoría, camionero y, finalmente, escritor. Recorrió toda la Argentina y en su esporádica gloria dio vueltas por el mundo entero. Fue lo que
se llama un hombre de mundo. Claro está, no de este.
Su vida siempre osciló entre pequeñas fortunas y la miseria
más absoluta. Cuando ocurrió lo inexplicable estaba en esta última parte de este vaivén que conoció desde su nacimiento en
la mansión Sáenz y en su huída a los 17 años hacia Mendoza sin más que una muda de ropa y 50 pesos en su bolsillo izquierdo.
Nunca más volvió a ver al Sr. Sáenz, a su madre
ni siquiera la conoció, de sus amigos sólo le quedó uno, Sabino, quien luego de su inexplicable abstinencia artística le había
permitido ocupar un departamento de su propiedad hasta que consiguiese un trabajo nuevo. Justamente, allí, en ese departamento
ubicado en plena Capital Federal, comenzó todo.
Lucio sólo utilizaba una lúgubre habitación a
la cual le impedía el acceso a los rayos de sol con una cortina negra que se había mandado hacer, una pequeña computadora
instalada en el centro de la habitación fue la responsable de que logre sacar de su interior su última historia.
En medio de una depresión casi mortal, encerrado durante
cinco meses, en los cuales sólo salía de su enclaustramiento para comprar algo de comida o recibir a Sabino, quien le prestaba
dinero para sobrevivir, observó cómo, poco a poco, en principio ignotos valles fértiles aparecían a su alrededor y pronto
se disolvían en la oscuridad que lo rodeaba. Sin saber exactamente cuando comenzaron, empezó
a oír gritos irreproducibles y sonidos de instrumentos extraños que se mezclaban en una contienda feroz con el silencio que
dominaba la sala. Los rostros morenos que acompañaban la música y se paseaban por los valles terminaban perdiéndose en la
soledad de su existencia cuando intentaba alcanzarlos. Síntomas de malestar y de extrañeza se apoderaban de su cuerpo con
estados febriles que ningún médico pudo develar a pesar de que Sabino lo obligó a atenderse con distintos doctores que iban
entrando a la habitación día tras día y no encontraban respuestas a los síntomas del enfermo. Mientras tanto, Lucio y su mundo
se transformaban en otra cosa y, lentamente, todo empezó a cobrar sentido en el preciso momento en que Lucio parecía estar
perdiéndolo.
Luego de sentarse ante la computadora por última vez y de
darse cuenta que “algo raro pasaba”, se encontró en medio de uno de esos valles que había visto en alucinaciones,
pero en esta ocasión supo que esa imagen no iba a desaparecer.
Se vió tan sólo como en su encierro voluntario en la ciudad
moderna, pero rodeado de verde, un verde verdísimo cruzado por varios arroyos con hermosos peces de colores que lo invitaban
a bañarse con ellos. Con el agua cristalina por la cintura, se dio un chapuzón para despertar del ensueño, pero todavía permanecía
allí. Ya no supo si lo estaba escribiendo, lo estaba viviendo, o ambas cosas a la vez.
A su alrededor, la naturaleza ostentaba su gigantesca fisonomía
ante la pequeñez del hombre, de las altas montañas fluían pequeñas cascadas de agua fría, como cuevas anegadas que mostraban
sus intimidades para luego perderse en los arroyuelos. Los árboles eran todos de frutos: manzanos, limoneros, naranjos, ciruelos...
parecía que la vegetación se hubiera puesto de acuerdo para que confluya toda esa comida en el mismo espacio. Tan sólo estirando
su brazo el hambriento Lucio lograba alcanzar de forma gratuita, gracias a la naturaleza, lo
que necesitaba para comer. Estaba en medio de un paraíso, lo real y lo imaginario habían perdido sus fronteras en Lucio, y
quizás, no sólo en él. Los tiempos parecían haberse cruzado y Lucio estaba en el instersticio exacto para fundirse en ellos.
_ ¿Dónde estoy? ¿Qué es todo esto?. Se preguntaba
Lucio una y otra vez sorprendiéndose ante cada nueva cosa que descubría a su alrededor.
El sol le quemaba la piel, pero igual sentía algo
de frío. Hacía mucho frío. Su cuerpo, de pronto, apareció cubierto por la piel de un ignoto animal desde sus hombros hasta
las rodillas dejando sus bazos al descubierto, parecía que alguien mágicamente le hubiera puesto esa ropa. Quizás él mismo
escribiendo desde el otro lado de la computadora, o desde otro mundo, lo había hecho.
En un principio creyó estar aún dormido en su lúgubre habitación,
pero todo era demasiado real para ser un sueño, se pellizcó, y le dolió, y siguió allí, en medio de un valle insólitamente
rico, en medio de un paraíso terrenal que sin conocerlo comenzaba a serle familiar.
Caminó y caminó hasta el cansancio. A medida que deambulaba,
reconocía lugares, como alguien que vuelve luego de mucho tiempo a una región que conocía en sus más íntimos secretos pero
que los años transcurridos habían borrado de su mente en forma transitoria. Casi al anochecer, llegó al punto más alto del
valle por un escondido sendero que reconoció apenas vió. Desde allí, sin saber porqué, no se sorprendió cuando contempló el
campamento indio.
Comenzó a bajar del otro lado de la montaña y una singular
alegría se apoderó de su alma, era la alegría del reencuentro, pero ni bien avanzó un par de pasos un hombre alto, con mucho
pelo y un larguísimo y extraño bastón, lo increpó duramente.
_ Qué haces tú aquí?
Lucio lo miró fijamente, el hombre, de casi dos metros de
altura y muy robusto, no quitaba sus ojos de los de él, y Lucio no aguantó la mirada. Sin saber porqué respondió:
_ Perdón, ya lo sé, me voy.
El hombre extraño se quedó parado en su lugar, vigilando
la huída de Lucio e indicándole con su bastón hacia dónde debía retirarse. La espalda de Lucio se perdió tras la cima de la
montaña. En ese instante el hombre extraño dio media vuelta y desapareció.
CONTINUARÁ.

Al tomar el camino de regreso Lucio desanduvo
un largo trayecto sin poder alzar la vista, aturdido y timorato aún, sin saber porqué, ¿de dónde lo conocía? ¿de dónde?, ¿cuáles
eran los fundamentos de sus propias palabras, dichas tan rápido y sin pensar? ¿Qué era lo que sabía? Ninguna respuesta que
salía de su imaginación lo tranquilizaba, quizás porque las respuestas no estaban en su cabeza, sino en la nueva realidad
que aún no comprendía. Luego de retomar el sendero levantó la cabeza y entre las copas de los árboles logró observar el cielo,
de donde provenía un extraño zumbido, notó una roca enorme con una estela de fuego detrás, furiosa ella y toda encendida y
chispeante, látigos rojos desprendía hacia uno y otro lado, dejando en llamas la tierra toda. El miedo se apoderó de él, una
vez más, vió caer la roca rápidamente, hasta que no la vió más. Inmediatamente, oyó un estruendo infernal, oyó gritos desesperados
en el campamento, la tierra tembló hasta derribar los frutos y los árboles y una espesa niebla grisácea nubló la vista de
Lucio, que no podía ver su mano puesta frente a su cara. El fuego se apoderó de todo, de los bosques, del valle, de los peces,
seguramente de los toldos, en cuestión de segundos el negro dominaba su visión, sin poder ver ni respirar, tosió un par de
veces, se arrastró unos metros, y finalmente, quedó inconsciente, como muerto.
Todo fue tan rápido que era increíble que haya sido tan destructor.
Sólo en un par de segundos, aquel paraíso brillaba... por su ausencia. Cuando Lucio despertó notó que el sendero que tanto
conocía y que lo había depositado en la cima de aquella montaña había desaparecido, sólo restos de pasto quemado habitaban
sus ojos, la desolación se hacía cargo de un paisaje otrora paradisíaco, unas especies de zanjas secas daban cuenta, a lo
lejos, de los antiguos arroyos donde alguna vez, ¿tan sólo hace horas? se había bañado. Se acercó, ni rastros de los pececillos
de colores, las rocas pronosticaban miles de años de sequía, su cuerpo ya no vestía esas pieles tan exóticas. Lucio sintió
una pena muy grande, se arrodilló y al contemplar nuevamente la desolación, lloró como un niño, como alguien que ve su
tierra destruida y el futuro perdido.
Todo se alejaba, cada vez más, de su comprensión, ni siquiera
podía intentar adaptarse y continuar, porque las cosas se modificaban a cada instante sin poder darse cuenta de ello. El antiguo
paraíso era ahora un lugar casi inhabitable para el ser humano.
Se sintió extenuado, había sido un día largo, muy largo,
parecía un día de miles de años. Encontró un recoveco al pie de una montaña, entre unos precarios y extraños arbustos que
jamás había visto. Y durmió.
Una pesadilla lo despertó, pero al intentar levantarse
se dio cuenta que era real, uno de esos arbustos, pequeño, insignificante, que le rozaba la piel en el momento de dormirse,
estaba ahora devorándole la pierna, poco a poco, pero letalmente, se iba hundiendo en su pantorrilla una especie de planta
carnívora con capacidad de desplazarse y atacar, la desesperación se adueñó de Lucio, sus gritos de nada servían en un paisaje
tan solitario, sin embargo, de repente y de la nada, apareció aquel, el que lo había echado del campamento indio la noche
anterior, ¿miles de años atrás?, y que con ese gesto había salvado su vida. Con su hacha partió en dos al arbusto, que como
una babosa a la que se le echa sal se encogió hasta casi desaparecer. La mitad que estaba comiéndole la pierna a Lucio quedó
inerte, muerta, aquel la tomó entre sus grandes manos y la alejó con un gruñido, observó a Lucio con un gesto de reprobación
y dio media vuelta para marcharse, pero Lucio, herido, se incorporó. Preso de indignación y locura lo tomó del hombro y gritó:
_¿Quién eres, qué es esto, dónde estoy, quién
soy. Maldita sea quién soy, qué soy.?
Lucio se desplomó sobre los pies del hombre pidiendo alguna
explicación a su presente. Sus lágrimas cayeron sobre aquel, que sin verse afligido por la situación lo tomó del cuello y
lo alzó, dejándolo de pie. Mirándolo a los ojos le dijo:
_ No seas cobarde, era sólo una planta. Los
peligros que vendrán serán peores. Ha llegado el momento y espero que estés preparado, muchos confían en ti.
_ Qué momento, quién confía, quién sos.
_Espero que no se hayan equivocado contigo.
Sígueme, ya recordarás.
_ ¿Vamos al campamento?
_ ¿El campamento? Ja, el campamento que viste
ayer dejó de existir hace 400 años, con la caída del meteorito.
Ambos se perdieron tras la montaña nuevamente e ingresaron
a una pequeña cueva donde Lucio comenzó a comprender...
_ Aquí estaremos seguros, le dijo el hombre con rostro adusto.
_ ¿De los arbustos? Preguntó ingenuamente Lucio. Las carcajadas
del hombre aindiado resonaron en la pequeña cueva y el eco de la risa se perdió en el infinito.
Con gesto adusto y encendiendo una pequeña fogata, el hombre extraño
empezó a hablar:
_ Mira, ahora este es tu mundo real. Tu mundo.
No debes dudarlo, si dudas, no tendrás tiempo de sobrevivir.
_ No, este no es mi mundo, mi mundo es otro,
lejos de aquí, ni sé dónde estoy, pero es lejos, mi mundo es Buenos Aires, yo soy de allí.
_ Cállate y escúchame, lo que crees tu ciudad,
no existe desde hace siglos, lo que crees tu tiempo, no existe, lo que crees que sos, no existe. Por fin has despertado, concéntrate,
te necesitamos aquí.
_ ¡Estás borracho!.¡Quiero mi vida, mi vida, quiero volver
a Buenos Aires, yo soy escritor!
_ Jejeje, no sabés escribir. Ya no puedes saber
qué es Buenos Aires.
Lucio intentó negar a aquel ser extraño, intentó demostrarle
que estaba mintiendo, intentó probar lo disparatado de esos comentarios... pero las letras se convertían en líneas dispersas
y arbitrarias, que se mezclaban unas con otras en una confusión total, Buenos Aires, una nube, y nada más, las imágenes se
transformaban en bosquejos, los mapas, en croquis...
CONTINUARÁ.

El hain de las mujeres
En
los comienzo, todas las cosas que habitan en la tierra, el agua o el cielo, vivían como seres humanasen la tierra de los Onas: ríos, montañas, todos los animales y peces, e incluso el Sol y la Luna. Pero
en aquellos tiempos antiguos las cosas eran muy diferentes.
Sí,
porque en esa época eran las mujeres las que andaban, eran ellas las que decían a los hombres lo que tenían que hacer, y ellas
decidían sobre cualquier asunto de importancia. Los hombres dependían completamente de ellas y, aunque eran ellos quienes
cazaban, las mujeres eran las que determinaban que se hacía con la caza.
Kra, la Luna, era la más inteligente de las mujeres,
y también la más poderosa joön. Ella fue la creadora del hain, una ceremonia iniciática
en la cual las mujeres se comunicaban con los espíritus; también servían como ritio para que las niñas pasaran al estado adulto.
Para celebrar el haín había que levantar una Gran
Cabaña (también llamada hain) bien lejos del campamento. Allí, las mujeres
permanecían casi todo el día durante varias semanas, incluso meses. De cuando en cuando una mujer se acercaba al poblado y exigía carne para alimentar a los espíritus, que amenazaban con destruir el campamento
y matar a la gente si no se les obedecía. Los hombres se apresuraban a entregar cuanto se les pidiera, y las mujeres se iban
satisfechas. Otras veces, eran los espíritus los que se dejaban ver. Eran seres con cuerpo de mujer, pero pintados con vivos
colores de pies a cabeza. Justamente la cabeza era la parte más extraña del cuerpo.
Tenía
la forma de un largo cono, y no se veían ni ojos, ni boca, ni nariz. Ocurría
que a veces, alguno de estos espíritus entraba al poblado, ¡y entonces había que cuidarse! Porque eran de carácter violento
y solían golpear a la gente, dejándolos muy lastimados en algunas ocasiones.
Los espíritus les pegaban tanto a mujeres como a hombres, pero parecían ensañarse particularmente con estos últimos. Eran
épocas muy angustiosas para los hombres, pero parecían ensañarse particularmente con estos últimos. Eran épocas muy angustiosas
para los hombres, en especial para krren, el Sol, que – como era el mejor
cazador – debía esforzarse al máximo para llevar continuamente carne fresca al campamento. Un día, volvía el Sol agotado
después de cazar un guanaco. Decidió detenerse un poco y pasar por un lago para refrescarse y descansar. Al llegar a la orilla
escuchó voces de mujeres. Se escondió para que no lo vieran, y oyó lo que decían. Eran dos jóvenes las que hablaban.
-
¿Viste sus caras? ¡Que gracioso! – decía una.
-
Sí, son tan inocentes… ¡que miedo nos tienes! ¡Jamás podrían imaginarse
que somos nosotras y no seres venidos del cielo o surgidos de la tierra!
El
sol no lo podía creer: ¡era todo un engaño! ¡Una patraña concebida por las mujeres para mantenerlos dominados y bajo su control!
Las
mujeres sabían que los hombres eran físicamente más fuertes que ellas, y habían imaginado este ardid para seguir manteniendo
el poder sobre los hombres.
La
ira dominó al Sol por completo y, saliendo de su escondite gritó:
-
¡Así que todo era una trampa! Pues bien, ¡pronto las cosas van a cambiar!
La
jóvenes enmudecieron de la sorpresa y del miedo; el impacto fue tal que no se atrevieron a salir del agua.
Luego
se convirtieron en kóoklol, unas aves acuáticas que no salen casi nunca del agua.
El
sol les conteo la verdad a los hombres. En todos ellos crecieron la ira y la sed de venganza, y juntos decidieron ejecutar
un castigo ejemplar.
En
los días que siguieron, los hombres se mostraron poco respetuosos e indiferentes con las demandas de las mujeres. Estas sospechando
algo, decidieron organizar una entrada masiva de los “espíritus” en el poblado para atemorizar a los hombres.
Sin embargo las cosas saldrían de otro modo. Los “espíritus” a las tienda
gritando y con ademanes amenazadores y, en un comienzo pareció que su estrategia estaba produciendo buenos resultados.
Pero, de pronto, a una señal de Krren, todos lo hombres tomaron grandes palos y
comenzaron a descargarlos sobre las mujeres. Fue una horrible carnicería. Solo repetaron a las niñas que apenas sabían hablar,
y la mujer-ballena, que era demasiado gorda como para participar del hain.
Ninguna
mujer logró escapar.
Solo la Luna huyó al cielo, perseguida por el Sol, que aún sigue acechándola hoy en día. Las manchas
de la Luna, se dice, son las marcas que le quedaron por los golpes que les propinó el Sol. La mujeres, en tanto, se metamorfosearon
en diversas aves y animales. Se dice puede reconocer con qué colores se habían pintado para el hain al observar, en cada caso, el color de la piel y el plumaje que tienen actualmente.
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PERSONAJES DE LA HISTORIETA:
LA HISTORIA: El narrador
comienza a escribir y se encuentra dentro de la historia, un meteorito cayó sobre la tierra y extinguió al 80% de las especies
de flora y Fauna, la tierra es casi un desierto y hay muchos mutantes, monstruos que se hacen cargo del mundo. Quedan pocos
sobrevivientes y todo es caos y la ley del más fuerte. Casi no hay posibilidades de subsistencia para el ser humano, por ello
encontrar la llave de los tiempos es quizás, la única salvación para todos. El narrador empieza a relacionarse con los personajes.
Los Cinco protagonistas tienen además distintas razones por las que necesitan encontrar las piezas que logren abrir la puerta
de los tiempos.
De acuerdo a la leyenda Ona, hace falta encontrar en distintos lugares de la Isla Grande de Tierra
del Fuego tres piezas que unidas y con un rezo Ona especial que la Ona sabe, abre la puerta de los tiempos y permite pasar
al pasado y al futuro y también cambiar de espacio. Esto sólo puede hacerse gracias a la última ona pura, si ella muere todo
se pierde, ya que abrir la puerta de los tiempos es un regalo de los dioses onas para su tribu debido a la enorme cantidad
de tributos de los que fueron objeto.
Lo primero que hay que encontrar es el mapa que dice donde están las distintas piezas. La ona sólo
sabe esto, dónde esta el mapa, y el rezo final. El primer mapa marca el lugar de la primera pieza. En el camino tienen que
sortear innumerables peligros, la vida está en juego a cada momento. Junto a la primera pieza se encontrará el mapa que marca
donde está la segunda y así sucesivamente. El grupo forma una comunidad nómade muy solidaria y va de lugar a lugar cazando
y armando un mini campamento para soportar el río, todos los personajes se complementan. Además de peligros físicos, deben
sortear fenómenos climáticos muy duros y que también les puede llevar la vida. También acertijos y cosas de ingenio para abrir
muros y demás. Cada pieza está defendida por monstruos, superrobots y pequeños ejércitos de gnomos.
LUCIO: (yo) Narrador
de la historia, escritor venido a menos, ganado por el alcohol y la añoranza de sus tiempos de fama, que lleva años sin poder
escribir nada. Hombre lúgubre. Se encuentra sin entender cómo inmerso en su propia historia ni bien comienza a escribirla.
Al estar dentro entiende que sólo puede volver a su tiempo y su espacio encontrando la llave que abra la puerta de los tiempos.
Desde ese instante comienza desesperadamente a buscarla. O tiene ningún poder especial, sólo mucho agilidad e inteligencia,
es el que responde acertijos y enigmas.
EL HOMBRE EXTRAÑO:
(Bobby) Es enviado por uno de los dioses Onas para ayudar al grupo a encontrar los distintos elementos que les permitan abrir
la puerta de los tiempos. A pesar de esto es humano y sólo se destaca por determinados poderes. Tiene un bastón gigante que
tira rayos de electricidad. No participa de luchas físicas, sólo ayuda en momentos culmines. Es el más sabio de todos y quien
le narra al narrador el porqué de lo que sucede. Es muy misterioso y de pocas palabras, cuando habla todos hacen silencio
para escucharlo, gracias a él los otros personajes pueden por un breve lapso de tiempo observar sin participar y sin ser visto
lo que sucede en otros momentos de la historia y en otros espacios, pero sólo en determinados días posee este poder.
LA GRAN ONNA: (Diana)
Última sobreviviente pura de la tribu. Por lo tanto, sólo ella tiene el conocimiento que permite abrir la llave de los tiempos.
Es encontrada por el narrador gracias al hombre extraño, que lo guía hacia ella. La Onna quiere volver al pasado para reencontrarse
con sus ancestros y con su tribu para vivir con ellos y avisarles de la destrucción que les depara el futuro sino hacen nada
para impedirla. Es también muy sabia. Es increíblemente fuerte y ágil y es la cabeza de la comunidad que se forma. Tiene la
información sobre el lugar donde está escondido el mapa que dice los lugares donde están las piezas que hay que recolectar
para abrir la llave de los tiempos. Su punto débil es la espalda.
EL GAUCHO: (Julián)
Lo encuentran los tres personajes anteriores en una pulpería perdida en medio del camino al primer lugar, hay una disputa
entre el narrador y él y una pequeña rencilla. El hombre extraño los separa y al ver la destreza del gaucho con el facón le
cuenta lo que van a hacer y le pide que los acompañe. El gaucho accede por el mismo motivo que la Onna, quiere ver a sus ancestros
del siglo XIX y vivir con ellos, cuando paseaban libremente por la pampa y se enfrentaban a la policía. Tiene dagas, facones
y cuchillos, Su poncho lo utiliza tanto para dormir como para pelear y es muy bravo y valiente. Ayuda mucho a la hora de cazar
para comer. Rápidamente se hace amigo del narrador.
EL BOXEADOR: (Chris)
Aparece de la nada en la primera gran pelea que tienen estos cuatro personajes por la primera pieza, cuando están por matar
al gaucho y al narrador unos monstruos se mete y los ayuda, salvándoles la vida. Piensa que estos personajes van en busca
de un tesoro y se enoja cuando ve lo que buscaban realmente. El hombre extraño le explica y el no les cree y comienza a pelear
contra todos. Finalmente se aleja malhumorado, insultando y herido. Pero cuando los personajes van en busca del segundo elemento
reaparece. Es buscado por un grupo mafioso al que le robó dinero y por eso huye y se encuentra nuevamente con el grupo. Les
miente y se queda con ellos. Tiene la intención de encontrar las cuatro piezas y robárselas para pagar su deuda, pero con
el tiempo y las luchas colectivas le toma cariño al grupo y comienza a dudar. No se sabe qué hará al final.
LA PRINCESA: (Flor)
Es salvada por el narrador cuando dos hombres la están maltratando. Allí ella cuenta su historia, nunca conoció a su madre
ni a su padre, fue dejada en un orfanato y luego dada en adopción, pero ella escapó de esa casa porque la esclavizaban. Estaba
sola y se une al grupo, resulta ser muy vigorosa a la hora de luchar y se acerca mucho al narrador y a la Onna. Al final se
conoce que la Onna es en realidad su madre, que fue robada por su padre, que era un hombre blanco, para que nadie sepa que
él tuvo una hija con una india. En ese momento decide irse con su madre al pasado para vivir con sus ancestros, aunque duda
en seguir o no al narrador al Buenos Aires 2003. El narrador a su vez, no sabe si volver a su tiempo o irse con la hija de
la Onna.
Buenos Aires, 3 de Setiembre de 2004.
Enriqueta Gastelumendi de 91 años, ocurrido en
Ushuaia el 29 agosto pasado, “Ultima descendiente del pueblo Ona de Tierra del Fuego”. Así lo encabezaron los
grandes medios gráficos del país.
When reading this morning's paper a sudden feel
of deep sadness invade me as I read about the recent a unfortunate death of the last direct descendent of the Onas' southernmost
tribe. Enriqueta Gastilumendi was 91 years old, and she passed away yesterday's afternoon. She was the youngest of five brothers
and sisters. Her father was a Spaniard and her mother a selknam Ona.
Her life was a life of joy and pain, as most
of ours. She was a fantastic self-taught artist, carving sculptures from a sole piece of wood, and her works are currently
exhibited in the Museum of the End of the World. Tierra del Fuego and Ushuaia were her forefather's home long before our lands
were conquered by the Spanish crown. Daughter of a cross of races, she lived proud of her heritage. Such was her pride that
she was to become in 1993 the godmother of Cultural house of Ushuaia and an distinguished citizen.
Her death is a loss to us all, not only for her
ethnic background but for she was an example of life and cultural pride.
La vida de los Extintos Onas - Selk'nam
Buenos Aires, 3 de Setiembre de 2004.
En los últimos días han circulado notas periodísticas
que daban cuenta del fallecimiento de Enriqueta Gastelumendi de 91 años, ocurrido en Ushuaia el 29 agosto pasado, “Ultima
descendiente del pueblo Ona de Tierra del Fuego”. Así lo encabezaron los grandes medios gráficos del país.
Preocupados que con Doña Enriqueta muriese el
Pueblo y cultura Selk’nam -nombre originario de los Ona-, el Centro de las Culturas América Humanista entrevistó telefónicamente
al Dr. Eulogio Frites, miembro de la Comisión de Juristas Indígenas y apoderado de la Comunidad del Pueblo Selk'nam "Rafaela
Ishton" de Río Grande.
El Dr. Frites resaltó que Enriqueta Gastelumendi,
“a sus 91 años verdaderamente ha sido la última Ona en morir, así como en junio de 1999 la última Ona en morir fue Virginia
Choinquitel, en 1995 el último Ona en morir fue don Segundo Arteaga y también en 1988 la última Ona en morir fue doña Rafaela
Ishton". Irónicamente Frites agregó: "siempre el que acaba de morir es el último en hacerlo..."
Así resume el abogado indígena la pretensión
de hacer morir al Pueblo Selknam de Tierra del Fuego, y recalca: “El Pueblo Selk’nam no ha muerto; está vivo y
vivos sus derechos ancestrales, herencia ésta que no queda vacante”.
Frites recordó entusiasmado que: “este
pueblo, antiguamente experto de una sofisticada arquería; visitados por Charles Darwin, diezmados por cazadores ingleses,
envenenados por terratenientes y con almas salvadas por sacerdotes salesianos, hoy vive como todos en estas tierras, con dificultades;
pero los selk’nam viven”.
Según datos recogidos por el jurista indígena,
el la actualidad existen más 57 familias con alrededor de 450 miembros selk’nam. Muchos hablan su idioma y tienen clara
conciencia de su identidad indígena. Entre ellos Antonio Norberto Vera, miembro del Tribunal de Ancianos de su pueblo.
El 27 de julio de 1998, mediante Ley provincial
Nº 405/98, el pueblo Selknam obtiene la devolución de 36.000 hectáreas de tierras y bosques de lengas en las cercanías de
la localidad de Tolhuin (corazón en ona), con base en un pacto firmado en 1925 por el entonces presidente Marcelo Torcuato
de Alvear, al presente se han mensurado las tierras y está pronto a concluirse el trámite de escrituración de la propiedad
comunitaria.
Virginia Choinquitel cantaba:
"Estoy aquí cantando, el viento me lleva estoy
siguiendo las pisadas de aquellos que se fueron.
Se me ha permitido venir a la montaña del poder,
he llegado a la gran cordillera del cielo, camino hacia la casa del cielo.
El poder de aquellos que se fueron vuelven a
mí.
Los del infinito me han hablado"
Referencias:
Comisión de Juristas Indígenas
Dr. Eulogio Frites
Sumaca Santísima Trinidad Nº 5184
(cp 1439) Cdad. de Buenos Aires
Tel-fax: (011) 4605-9401
Comunidad Indígena del Pueblo Selk'nam "Rafaela
Ishton"
Presidente: Rubén Maldonado
Rafael Obligado Nº 260 - Río Grande
Pcia. de Tierra del Fuego
Tel-fax: (02964) 427-013
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Murió la "India Varela", la última descendiente
directa de aborígenes fueguinos
Tiempo Fueguino. Ushuaia, 31 de agosto de 2004.
Era la última descendiente directa de onas. Falleció en Ushuaia a los 91 años. La Casa de la Cultura de esta ciudad lleva
su nombre y el Concejo la había declarado "ciudadana ilustre".
La última descendiente directa de los aborígenes
que habitaban Tierra del Fuego, Enriqueta Gastelumendi, falleció ayer a la edad de 91 años en Ushuaia. Su desaparición física
generó consternación en la comunidad local, que la tenía como un preciado símbolo de la historia fueguina. En horas del mediodía
se realizó una misa de cuerpo presente y luego sus restos fueron sepultados en el cementerio municipal. La Casa de la Cultura
de esta ciudad, que lleva su nombre, no tuvo actividades en señal de duelo.
La "India Varela", como se la conoció popularmente,
era hija de padre español y madre "selk´nam". Había nacido el 15 de Julio de 1913 en la estancia Viamonte, ubicada en el departamento
de Río Grande, al norte de la actual provincia de Tierra del Fuego. Se casó con el español Jesús Varela, naciendo de esta
relación nueve hijos. Doña Enriqueta será recordada, entre otras cosas, por sus trabajos artesanales en madera: tallaba animales
de la zona utilizando las herramientas mínimas indispensables. Hasta fines de 1992, cumplió tareas docentes, enseñando a niños
y adultos en los Talleres de Libre Expresión de la Dirección de Cultura de la Provincia de Tierra del Fuego.
El Museo del Fin del Mundo tiene en exposición
varias piezas talladas que están ubicadas en el hall de entrada al edificio. La pieza más destacada es un guanaco de grandes
dimensiones que le llevó más de dos años de trabajo. Enriqueta había sido declarada "ciudadana ilustre" por el Concejo Deliberante
de Ushuaia. Desde la Secretaría de Cultura del Gobierno de la Provincia de Tierra del Fuego, se lamentó profundamente su irreparable
perdida, y se indicó que se tomará su vida de trabajo como un ejemplo a imitar por las nuevas generaciones.
Del trabajo de Enriqueta, puede decirse que sus
manos lograron arrancarle a la madera fueguina las más bellas formas. Buscó siempre ser libre, dándole a sus trabajos una
postura armónica y ágil, de líneas suaves y firmes. Su vida se integró plenamente a la madera que trabajó. Prefería reír a
llorar y cada pieza que salía de la madera, la llenaba de orgullo y felicidad. Representó como nadie la firme voluntad de
avanzar pese a todo. Recorrió los campos de la Estancia Viamonte, observando y aprendiendo, donde nació su amor por los guanacos
que luego reprodujo en sus tallas, En Moat, aprendió a fabricarse sus propias herramientas y en estas tierras del sur logró
darle rienda a su espíritu creador.
Durante veinte años, esas manos guiaron a otras
manos a buscar las formas en la lenga. Esas mismas manos que no tuvieron otra escuela que su propia voluntad de reproducir
los animales de la Tierra del Fuego. Ella misma fue la madera más noble de la Isla. Madera que adquiere una fuerza incontenible
para mantener viva su identidad de fueguina. Por eso, su vida y su trabajo hace tiempo que es patrimonio invalorable de esta
Tierra que amó y supo representar como nadie. Y donde este su alma, seguramente andará buscando las herramientas para que
su obra siga fortaleciendo la base de la cultura de la Tierra del Fuego.
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A los 91 años murió la última india ona
(Por: Silvio Bocchicchio)
Diario La Nación / Agencia EFE. Ushuaia, 31 de
agosto de 2004. La última descendiente directa de madre ona y de padre español residente en esta ciudad, Enriqueta Gastilumendi,
falleció ayer a los 91 años y sus restos fueron enterrados en el cementerio municipal.
La Casa de la Cultura local, que lleva hace una
década el nombre de Enriqueta, canceló ayer todas las actividades programadas "en señal de duelo" por el deceso de su madrina,
que era una destacada escultora autodidacta que tallaba ejemplares de la flora y de la fauna local en una sola pieza de madera
de lenga.
Muchas de las obras de Gastilumendi están conservadas
en el Museo del Fin del Mundo, y otras fueron vendidas por la autora a marineros y turistas europeos y americanos para mantener
a su familia. "Aprendí sola, jugando, es un don de Dios y de la Virgen, no es idea mía, viene del cielo, de la mente o no
sé de dónde", contó Enriqueta a La Nación.
El apodo de Enriqueta era "India Varela", que
a ella le disgustaba, no por lo de india, sino porque le recordaba a Jesús Varela, el puestero de la estancia Moat con el
que su madre la obligó a casarse siendo niña y con el que tuvo nueve hijos y una traumática convivencia hasta enviudar en
1959.
Declarada "ciudadana ilustre de Ushuaia" en 1993,
Enriqueta había nacido el 15 de julio de 1913 en la estancia Viamonte, al norte de Tierra del Fuego.
Fue la menor de cinco hijos frutos del enlace
entre el español Ramón Gastilumendi, fallecido en 1918, y de la selknam bautizada como María Felisa Cusanchi, que murió en
1949 sin haber podido aprender "más que unas pocas palabras en español".
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